Teresa Maldonado
Vidas de mercado
Desde las cinco de la mañana en los mercados municipales de Caracas
comienza la vida. Un concierto de voces anuncia: “¡Queso telita del llano! ¡Miel pura de abeja! ¡Maíz tierno molido!”. Flores, legumbres, carnes e indumentaria que recrean la vista, despiertan el paladar y consienten al bolsillo.
Acompáñenos en este recorrido de aromas, colores y recuerdos.
Pablo Blanco. Fotos: Leo Alvarez
Asistentes de fotografía: Mariana Green y Natalia Marcou
Catia
El imperio de las flores
Fundado en 1951. Nardos para San José, crisantemos para Ochún, cola de caballo para los riñones, uña de gato para la circulación, zábila para el asma, manzanilla para los nervios. Destrancadera, abrecaminos, buena suerte, cundeamor. Ofrendas milenarias, eternos rituales, curaciones caseras. Para todo esto, el Mercado de Catia tiene flores. De eso saben las hermanas Meneses, con 37 años en el lugar en donde han hecho amigos, y sobre todo, clientes. “Dejamos los problemas en casa porque las flores necesitan armonía para estar bellas, como las dueñas”. Varios negocios más adelante, Prisca Maldonado, asegura que lo que más vende es la fruta del noni; una planta natural de la que se dice que cura el cáncer. “A 12 mil bolívares el kilo y a 20 mil el brebaje preparado. Cuatro dedos en la mañana y cuatro en la noche”. El puesto de huevos y delicateses alberga a María, una joven portuguesa con un aire a Penélope Cruz. “¿A Penélope Cruz? Por favor mi amor, ella no sabe tratar con el público. Además, yo soy más bonita”. Terminando el recorrido nos encontramos con María Adoración de Gorrín, “la chama”; una señora de las Islas Canarias con casi 50 años en la zona de las aves beneficiadas. “Aquí me enamoré, me casé y ahora tengo nietos. Es que en este sitio más que por el dinero, uno trabaja por el corazón”.
Venancio Castillo
Desde Carayaca en burro. Yucas, papas y ocumos bordean el altar de la virgen de Fátima que tiene en su puesto el señor Venancio Castillo, quien tiene 40 años en Mercatia. “No soy portugués pero también creo en ella. Yo soy de Carayaca, y comencé en este negocio a los 11 años, ayudando a mi papá cuando se traía la mercancía desde allá en burro. Cuando él enfermó, yo tuve que hacerme cargo de este asunto.
“Aquí he vivido de todo. En los 60, disfrutaba del desfile de carnaval que recorría todo el bulevar de Catia. Uno podía caminar tranquilo por la calle hasta las tres de la mañana. Es que yo no me perdía un templete. Imagínate que vi, en vivo, al Sexteto Juventud, Celia Cruz, Dilia Castillo y Daniel Santos. También me acuerdo del terremoto del 67, que aquí en el mercado, lo que tumbó fue una pared. ¿Anécdotas aquí? Todas son buenas”.
Carmen de Arguello
Quinta Crespo
Oasis de legumbres
Fundado en 1951. Zanahorias, remolachas, vainitas, repollo, tomates, cebollas, pimentones, ajíes y pepinos llegan de Mérida, de Coche y de Los Teques. Todo va directamente a los expendios de legumbres, regentados, en su mayoría, por españoles de las Islas Canarias. En la zona de quesos reina el de cabra, traído de Lara, el de búfala, traído de Apure y el parmesano importado de Uruguay. Este último lo tiene la señora María, junto a las irresistibles porciones de primavera, guayanés y holandés. “Aquí todo es más fresco, y la atención es muy buena, por eso me convertí en cliente fija”, comenta la señora Ana Rodríguez, quien tiene más de 27 años haciendo sus compras en este recinto. En el área de víveres, es imposible no convertirse en adicto al olor de los granos de café tostado que muelen y empaquetan frente a los visitantes. Y pensar que todo se debe a las buenas intenciones del general Joaquín Crespo, quien hace más de un siglo donara este terreno, de su propiedad, a la comunidad.
La frescura llega de Mérida,
Coche y los teques
De Trujillo con amor. Atravesando la pescadería y algunos tarantines de víveres, se llega al puesto de Carmen de Arguello y su esposo, Angel Antonio Arguello, quienes, pese a las críticas que tuvieron al principio, han demostrado que, en Quinta Crespo, la artesanía es rentable. “Cuando empezamos hace más de 20 años, nos dijeron: si van a vender artesanía aquí, se van a morir de hambre. Hoy en día han abierto tres puestos más que son nuestra competencia, lo cual quiere decir que esto funciona ¿verdad? Soy bachiller docente, además estudié artes en el Instituto Universitario Armando Reverón y el año que viene me gradúo de educadora en la UCV. Me satisface estar aquí, porque, además de vender, puedo educar, orientando a la gente en lo que está comprando: cestas de moriche, mondongueras, alpargatas y hamacas. Estar rodeada de estas piezas me recuerda mi arraigo a la naturaleza y a mi niñez en Táchira, en mi casa que estaba al lado de una quebrada”.
Manuel Quijada
Chacao
Reina el color
Fundado en 1951. El anaranjado distingue las frutas, el verde, las hortalizas. Todos los puestos del Mercado de Chacao están divididos por colores. Hace más de 50 años, abarcaba parte de lo que hoy es la Avenida Francisco de Miranda. Hoy, el espacio está más compactado. Las afueras quedaron para los artículos del hogar y para el chichero, quien ha sido el mejor testigo presencial desde los tiempos memorables. De fama nacional son los huevos y el pescado fresco. Este último, bien ambientado en un puesto de tonos azules y con objetos alegóricos al mar, en donde se consigue uno de los mejores salmones, además del mero, el pargo, el atún, y la clásica sierra. En proyecto, la alcaldía tiene el Centro Cívico; un espacio que estará listo en 2006, y que, además del mercado, incluirá un gimnasio y un espacio para la cultura, sumado a un estacionamiento con mayor capacidad de puestos. Mientras eso sucede siguen llegando árabes, portugueses y españoles a comprar las hortalizas del señor Joel Ferrer, ya que “a los criollos lo que les gusta es la pasta y la arepa”.
Los pescados son uno de los fuertes
de este mercado
Un caraquista entre artistas. Al lado del Cafetín Don Pedro, se encuentra el puesto de legumbres del señor Manuel Quijada, un fanático del Caracas que tiene 30 años en este mercado. “Soy joven de apariencia, pero ayer cumplí 50 ruedas. Comencé aquí como ayudante de un señor italiano y poco a poco me fui independizando hasta que ya tengo mi propio negocio. Aquí me la llevo bien con todos, será porque siempre tengo una sonrisa en los labios. Para acá viene mucho artista; me acuerdo de cuando venía la señora Amelia Román, también los del elenco de Estefanía y los de Radio Rochela. Son buenos recuerdos, pero también ha haLos pescados son uno de los fuertes
de este mercadobido algunos no tan buenos. Aquí hubo una vez que abrimos nuestras puertas y vendíamos un kilo por persona, en medio de la balacera que había en la calle. También abrimos cuando el paro de 2002, que la cosa estaba delicada. Es que pase lo que pase, uno tiene que seguir trabajando. ¿Qué? ¿Me van a tomar una foto? ¡Ah bueno! Seguro que sale bien, ja, ja, ja”.
Ana María de Dorta
Guaicaipuro
El templo de la ropa
Fundado en 1953. Nos reciben los puestos de comida, los granos, las velas, los altares y las legumbres. Pero al bajar al último nivel, se descubre que el mercado de Guaicaipuro pudiera llamarse “el templo de la ropa”. Gabardina, lino, seda, chifón, raso, franela y jeans están presentes en vestidos de fiesta, shorts playeros, conjuntos de pantalón y suéteres. Telas importadas de la China, de Los Angeles y algunas hechas en Venezuela, nos muestran una variedad de colores y materiales que invitan a la celebración.
“Aquí las gorditas son felices porque encuentran todo a su medida y a la moda”, comenta Yocelyn Medina, trabajadora del lugar. Lo confirma la señora Conchita Rodríguez, una gallega con 28 años en el país y casi 10 en el mercado, quien agrega que los que se están usando son los colores pasteles. Lo extragrande también está en las suelas de los zapatos deportivos, a lo largo de un recorrido en el que siempre se escucha, el grito de guerra: “¡A la orden, dígame!”
Los maniquíes se mezclan con la gente
En honor a su hijo. La señora Ana María de Dorta es de Tenerife y tiene casi 30 años en Guaicaipuro, con un negocio de ropa para niños. Cada vez que entra al mercado se acuerda de su hijo, José Manuel, fallecido hace 10 meses, quien la acompañaba todos los días a emprender la faena. “Todo lo que tengo se lo debo al mercado. Para mí, Venezuela es mi patria, porque aquí fue donde aprendí a trabajar. A este negocio lo quiero como si fuera mi propia casa. Cuando no vengo, me siento mal. Es que aquí la gente es muy amable y conversadora, y yo para conversar, que me den cuerda, ja, ja, ja. Aquí tengo a la virgen de la Candelaria y al Divino Niño, a través de ellos hablo con mi hijo, quien trabajó 18 años el mercado. La gente lo quería mucho. Es que por eso es que nos hemos mantenido aquí; porque los venezolanos son muy cariñosos y porque Dios nos ha dado fuerzas para seguir trabajando. Por eso aquí estaremos hasta que Dios quiera”.