Vivir
Amalia Pérez Díaz
ACTRIZ Con más de 40 años de experiencia en el mundo del teatro, el cine y la elevisión, próxima a cumplir 80 años de edad el 15 de junio de 2003, se nos presenta como una mujer que irradia juventud, alegría y optimismo. Chilena de nacimiento, vivió en Perú y se radicó en Venezuela luego de casarse con Manuel Enrique Pérez Díaz, músico y guitarrista venezolano
Esperanza Márquez
La conversación con doña Amalia Pérez Díaz la sostuvimos en su casa, de la cual nos abrió la puerta con su gentileza de siempre. Una casa, que comparte con su hija Amalyn, llena de recuerdos de viajes, libros de cocina, fotografías familiares y estatuillas que representan todos los premios que ha recibido en su larguísima carrera artística en nuestro país.
Amalia Pérez Díaz es uno de esos personajes que próxima a cumplir sus 80 años, lo que irradia es juventud, alegría, felicidad y agradecimiento a la vida por ser quien es.
La niñez
“Fui una niña que, según decía mi mamá, todo lo preguntaba, muy curiosa y quizás esa es una de las cosas que me ha servido para mi oficio de actriz, porque el actor que no es curioso para aprender cosas, se va quedando en un círculo de lo que sabe y se acabó”.
Amalia se educó en un colegio de monjas donde le enseñaron todas las artes que debe practicar una ama de casa: coser, tejer y bordar, y de la parte gastronómica se ocuparon de enseñarla su madre italiana y sus abuelos.
“Mi mamá me educó para ama de casa, hasta que llegó un momento en que hubo que buscar un camino para mí, para lograr más sueldo, y en el ‘come’ en el sur, si hay una persona más que sirva para el teatro, pues esa persona va”.
En nuestra cordial conversación con doña Amalia Pérez Díaz, siempre salpicada, adornada, aderezada por su buen humor y sus carcajadas, nos comenta que su vida ha sido siempre el trabajo.
“Quiere decir que mi niñez fue trabajo, mi juventud fue trabajo ya que comencé en el teatro a los 9 años. Yo soy tan trabajadora que no me recuerdo sino cuando estuve embarazada de descansar un poco. Siempre he trabajado, pero me gusta. Es decir que todo lo que hago, aunque no me guste, lo hago bien, pero trato en mi vida de hacer las cosas que me gustan para sentirme bien”.
La cocina
Doña Amalia ha cocinado desde que era una niña.
“En aquella época no había el dinero como para poner una cocinera, entonces… cocinas.
Mi madre daba clases de piano y yo cocinaba.
“A mí me gusta cocinar. Eso de que tú tienes cuatro elementos: cebolla, tomate, un poco de perejil, ajo y que te salga una salsa bien hecha, eso es encantador.
Es tan bueno como salir y ponerte frente a la pantalla y decir bien una cosa”.
Influencias gastronómicas
En cuanto a este tema de la cocina, nuestro personaje tiene tres influencias importantes: la italiana, la chilena y la peruana.
Se pone a hacer memoria de los platos que hacía y recuerda el plato típico chileno en sopas: la cazuela de aves, que tiene que salir barato porque es popular, pero que tiene su truquito: “Uno siempre hace una sopa con las presas de pollo y con eso hace el caldo. En Chile no, en Chile se cortan las presas, se fríen y después se hace el caldo.
¿Qué gana uno con eso?, sencillamente que el caldo salga limpiecito.
La cazuela lleva: pollo, papas, auyama o zapallo, vainitas cortadas finitas, arroz.
“Es un plato que después te puedes comer el pollo con una ensalada, y el caldo con el arroz y la vainita, y sacas las papas para la ensalada.
“La pobreza agudiza el intelecto, tienes que inventar. Por eso cuando veo esos cocineros en la televisión pienso que si tuviera cangrejos, atunes, salmones yo también cocinaría perfectamente bien”.
Esa mixtura de culturas de doña Amalia Pérez Díaz se refleja en la comida que sabe preparar ya que un mismo plato puede convertirse en chileno o en italiano, según le varíe algún ingrediente.
“Si tienes caraotas rojas, haces unas caraotas con auyama y jojoto y salsa de tomate y eso es a la chilena, pero si la hago a la italiana hago las caraotas rojas con salsa de tomate y le pongo, cuando ya va a estar, cualquier pasta cortada y se llama ‘pasta e fagioli’”.
Sin embargo, el plato preferido de la familia es y era la pasta.
En este sentido nos comenta que hay variedades infinitas de salsas que se pueden hacer con pastas: “Un día lo haces con tomate, otro con atún, otra que yo hago cuando me sobran caraotas blancas y hago una jardinera, una salsa campesina. Lleva tomate, todas las hierbas sin ex ceptuar la albahaca, caraotas blancas…”.
En Venezuela
Amalia Pérez Díaz no se confiesa apasionada de las arepas, prefiere su pan de trigo.
“Pero los bollos pelones me encantan y hago unas hallacas muy recontrabuenas, porque yo estoy integrada a este país”.
Sin embargo, cuando llegó casada con Manuel Enrique Pérez Díaz, muy joven, no comprendió del todo bien la manera campechana de ser del venezolano. Se horrorizaba de que la gente se hablara en voz alta de una acera a otra, pero hubo algo que la cautivó.
“Me encantaba era ir de visita porque me parecía hermosísimo el comportamiento del ama de casa venezolana que te venía inmediatamente con una bandejita, con su mantelito, su café y su vaso de agua, sin preguntar, y si había más amistad, te traían tu dulcito. Era encantador, hermosísimo y poco a poco me fui enamorando, pero claro…
yo todavía no grito de una acera a otra”.
Seguimos nuestra conversación con esta mujer que nos llenó de optimismo y nos contagió su juventud. Una mujer excepcional que siempre ha sido feliz porque ha sido conforme, porque “camina con el viento”; porque sabe muchas cosas por su curiosidad, porque se divierte igual asistiendo al ballet, a una sinfónica, a una ópera o viendo un programa deportivo en la televisión; porque ya va a cumplir 50 años trabajando en Radio Caracas Televisión; porque tiene amigos con quienes puede conversar de libros, de teatro, de cine, con quienes se puede comunicar y compartir su mesa.
“Lo que te hace sentir bien es el respeto de los demás, y para que te respeten, primero tienes que respetar lo que estás haciendo, y esa ha sido mi pauta para la vida y se lo he enseñado a mis hijos y lo enseñaré hasta los bisnietos”.
Así terminamos nuestra conversación con doña Amalia Pérez Díaz una mujer muy apegada a lo que es la vida, que no le agrada andar en vilo, le gusta pisar la tierra, no cree en cuentos, ni sueña con cosas imposibles y que su plato preferido es arroz blanco con dos huevos fritos y un contorno de plátanos fritos.
“Sé hasta dónde llega mi capacidad y con eso me basta”.
LA RECETA
Ceviche peruano
Ingredientes básicos:
- Filetes de mero o pargo (sin espinas)
- Limones (según cantidad)
- Cebolla a la juliana (según cantidad)
- Sal al gusto
- Aceite de oliva Presentación:
- Lechuga fresca (para nido)
- Pimentón en tiritas
- Batatas sancochadas en rodajas
- Jojotos en ruedas
- Perejil picadito y en ramas Realización: Picar en tiritas o en cuadritos el pescado.
Lavar y echarle sal abundante. Hervir agua suficiente. Cuando esté hirviendo, verter el pescado, revolver para que se blanquee y sacar rápidamente. Colar muy bien.
Sacar jugo de limones frescos en cantidad suficiente para que cubra el pescado, añadir la cebolla bien picadita (finita), llevar a la nevera y dejar por unas 3 ó 4 horas para que se cocine el pescado en el jugo. Mover de cuando en cuando.
Al momento de servir, hacer un nido de lechugas sobre el cual se coloca el pescado ya listo, se le añade el perejil picadito, las tiritas de pimentón y un chorrito de aceite de oliva (crudo). Se adorna con las ruedas de batatas y jojoto y ramitas de perejil.
En el Perú le añaden “rocoto”, un pimentón muy picante. Calcular un filete mediano por persona. |